Interior del Castillo
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Zona frente a la Iglesia de Santa Maria a Castello
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Zona frente a la Iglesia de Santa Maria a Castello
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Iglesia de Santa Maria a Castello (interior)
Iglesia de Santa Maria a Castello
El primer edificio a la izquierda, el más antiguo, es una Iglesia llamada Santa Maria a Castello, construida en 1116 por orden del Conde Roberto. Se accede gracias a un doble tramo de escaleras de piedra y en el interior hay una sóla nave, donde se encuentra un pequeño altar de mármol y dos lápidas a cada lado.
Según Melchiorri, bajo la Iglesia del Castillo había un pequeño templo al que las parturientes y las madres que no podían amamantar acudían para pedir clemencia.
El elemento más antiguo de la capilla es el suelo de taracea de mármol del altar.
A la izquierda de la nave de la Iglesia, la inscripción con el escudo de armas de la familia Corsi recuerda que en 1832 el heredero de la familia, Americo, hizo restaurar la capilla.
La presencia del mármol de Parián se debe a que en el siglo XIX los destinos más populares eran Oriente Medio, Marruecos, las Islas griegas y los déstinos exóticos en general. Se piensa que el marqués Orsi se trajo el material de uno de sus viajes, además de la mano de obra, necesarios para embellecer la capilla del Castillo.
A la izquierda hay una lápida sin mármol dedicada a la memoria de Aloysia Corsi, hija de Americo, la que murió muy joven.
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Salas interiores del Castillo
Junto a la Iglesia se encuentra la entrada a las salas principales del Castillo.
Desde el gran vestíbulo central renovado en época contemporánea, se accede a las habitaciones laterales renovadas en el siglo XIX para hacerlas más cómodas para quienes las habitaban, desde aquí se accede también a las estancias de las torres redondas.
Entre los bienes conservados en el Castillo se encuentran una vista de Caiazzo con el Castillo, de Vincenzo Severino, mientras que en la capilla hay un cuadro que representa la Madonna Assunta, de un pintor anónimo del siglo XVII.
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Torre Mastra del Castillo
Una terraza con vistas panorámicas sobre Caiazzo, conecta el Castillo con la Torre Mastra. Esta representa el edificio más importante en lo que concierne el tamaño de toda la estructura. En la historia, las torres siempre han desempeñado un papel importante, sirviendo tanto de vigías, como de elementos de prestigios.
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El jardín del Castillo
El jardín
Renovado a principios del siglo XIX, el jardín era rico en flora de diversos países del mundo; en el centro del jardín había un estanque que recibía el agua de lluvia. Frente al estanque, aún encontramos un alcornoque monumental.
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Il Mastio
El torreón
El torreón de Caiazzo tiene una superficie de 20-30 metros, estructura típica de los “dongioni” – torres de defenza – normandos (torreones) de forma achaparrada y cuadrada con presencia de escarpe en la base.
Marcado aislamiento del resto del castillo, falta de acceso a la planta baja, ausencia de almenas en la coronocación del castillo.
En el torreón hay abitaciones adecuadas para funciones defensivas y de avistamiento. En caso de asedio, la cisterna subterránea y la cocina permitían una larga resistencia, ya que estos dos lugares permitían preparar aceite hirviente para la defensa.
En las paredes interiores del torreón están las firmas y los dibujos, por un lado de los soldados borbónicos victoriosos sobre los garibaldinos, por otro lado de los soldados estadounidenses atrincherados aquí durante la Segunda Guerra Mundial.
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Antes de entrar en la estructura propiamente dicha, podemos observar el panorama desde la pequeña plaza, a la izquierda se puede observar la franja de mar de la costa Domizio, luego nuestra mirada se amplía a todo el valle del Volturno, el monte Taburno y la Bella Durmiente.
En lo que concierne la Bella Durmiente, hay una leyenda que cuenta que en el año 320 a.C, cuando Caiazzo era un municipio romano, se cuenta que al pie del castillo vivía una doncella de incomparable belleza, cuyo nombre era Dorina.
A ella le encantaba cantar y tocar la lira y había resistido todas las tentaciones amorosas hasta el día en que conoció a un pastor de belleza “mediterránea”.
Dorina para preservar su juventud había hecho voto de castidad así que para resistirse a los halagos del pastor se refugió en Sorrento y se cortó el pelo.
Desesperado por no verla más, el pastor pidió al dios Apolo la muerte y, al mismo tiempo, la inmortalidad de sus lágrimas y de su dolor.
Para cumplir su petición, Apolo convirtió al pastor en un ciprés, símbolo del dolor y del sentido que la muerte da a la vida.
Dorina, por su parte, que había permanecido insensible frente al dolor del pastor, fue convertida en una cordillera para dar testimonio de la frialdad marmórea de las mujeres hermosas.
En conclusión, por eso, el Taburno se eleva en su forma de bella durmiente y el ciprés eternamente verde sobre el castillo junto a la torre principal.
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Exterior del Torreón
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Escalera de acceso al Torreón
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Escaleras interiores del Torreón
Alfonso y Lucrezia
Hacia mediados del siglo XV, los Aragoneses figuran como propietarios del castillo.
Los muros del cuerpo principal del castillo fueron engrosados para el uso de cañones, y las almenas fueron reemplazadas por merlones para proteger a los arqueros del fuego enemigo entrante.
Cabe destacar el reinado de Alfonso de Aragón y su historia de amor con Lucrezia de Alagno.
Entre las estancias del castillo y la gran torre cuadrada hay un edificio rectangular alargado en el que hay varias habitaciones organizadas en dos niveles y que terminan con una terraza que da acceso a la gran torre, más conocida como “Torre de Lucrezia”, porque era uno de los lugares donde el rey Alfonso de Aragón prefería quedarse con su favorita Lucrezia de Alagno y donde ella esperaba a su amado asomada a la ventana.
Una historia importante que duró hasta su muerte a pesar de la diferencia de edad (ella tenía 18 años, él 50).
Lucrezia era hija de padres nobles: Nicola de Alagno, antiguo dignatario del poderoso rey Ladislao y Covella Toraldo.
Alfonso y Lucrezia se conocieron en Nápoles durante la fiesta de San Giovanni Battista.
Según la costumbre, las doncellas ofrecían a sus amantes una planta de trigo y ellos correspondían con ofrendas monetarias que se destinarían a la fiesta. Mientras el rey paseaba por las calles del centro, Lucrezia le ofreció la planta y él, encantado, correspondió con una bolsa de monedas llamadas Alfonsino porque llevaban la imagen del rey. Según las crónicas de la época (Loise de Rosa) Lucrezia sonrió y se quedó con un solo Alfonso y devolvió los demás diciendo: “De Alfonso sólo me basta uno”. Fue amor.
Para ella, el rey adquirió los castillos de Nápoles, Pozzuoli y Caiazzo, y la familia de Lucrezia también gozó de diversos privilegios.
Por amor, Alfonso, tras hacerla Condesa, rebautizó el torreón con el nombre de Torre Lucrezia.
Se cuenta que desde esta torre la joven subía para ver llegar a su amado, que a menudo cabalgaba de Nápoles a Caiazzo.
Se dice que las relaciones entre ambos siguieron siendo puramente intelectuales, pero Lucrezia consiguió sin duda hacer valer su influencia sobre el soberano, hasta el punto de que las crónicas de la época recogen que todos aquellos que deseaban un favor del rey se dirigían a Madama Lucrezia.
Sin embargo, estos favores probablemente no eran gratuitos ya que Lucrezia se enriqueció considerablemente y su fama, prestigio y fuerza política crecieron a medida que conseguía puestos de rango para ella y su familia.
Lucrezia particibaba a tiempo completo en la vida privada y política del rey.
El único obstáculo para la coronación de los sueños de Lucrezia fue la esposa de Alfonso, María de Castilla, estéril y enferma no podía dar un heredero al rey, pero a pesar de eso el Papa se negó a declarar nulo el matrimonio.
Alfonso siempre fue pródigo en atenciones hacia Lucrezia pero, ya que no pudieron casarse, a la muerte de Alfonso, Lucrezia tuvo que huir.
Los herederos de Alfonso le hicieron guerra y consiguieron robarle sus posesiones. Lucrezia vivió entre Dalmacia y Lorena y finalmente en Roma, donde murió a la edad de unos 50 años. Sus bienes se dividieron entre su familia y el convento de San Domenico Maggiore.
Entretanto, tras la muerte de Alfonso, el hijo de este último había destituido a Lucrezia y había concedido a Roberto de Sanseverino los feudos de Caiazzo, Squille y Albignanello.
En 1596, el castillo fue vendido por el último descendiente de los Sanseverino a Matteo de Capua príncipe de Conca. Durante este periodo, Giovan Battista Marino, su secretario, compuso en el castillo el largo poema Adone, que narra el amor entre Venus y Adonis.
El castillo también fue escenario de importantes acontecimientos contemporáneos. Durante la Segunda Guerra Mundial, la fortaleza se convirtió en cuartel general del Quinto Ejército estadounidense.
A este respecto, existen numerosas fotografías del ejército estadounidense subiendo por la escalinata del castillo, que fue lamentablemente sustituida en los años sesenta por una carretera de hormigón.
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Escaleras interiores (Castillo)
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Interior del Castillo
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Interior de la cocina (Castillo)